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foto: el popular

Sueño con un Perú diferente

Publicado: 2017-07-24

Julio es el mes de la patria, los colegios de todo el Perú preparan sus desfiles y pasacalles, las casas lucen con banderas rojiblancas, nuestros trajes llevan consigo una escarapela a la altura del pecho, es el mes de la gran parada militar, las plazas de armas en todo el país muestran su civismo, cada domingo en la mañana, al compás de los tambores y con el paso gallardo de nuestras autoridades y la sociedad civil. 

Julio es el mes del discurso presidencial, de los grandes anuncios que dan cuenta de lo cumplido en el año y de los retos que el gobierno se ha propuesto alcanzar. Es el mes de la renovación de la Presidencia del Congreso y su mesa directiva para una nueva legislatura.

Julio también es el mes de la gratificación, ese dinero extra que utilizamos para pagar las deudas, reparar la casa, el gasto extra, ir al circo, celebrar el día del pollo a la brasa, viajar el fin de semana o siquiera algo para ahorrar.

Julio también es el mes de rendir cuentas, sin duda las entidades del ejecutivo están empeñadas en enviar a Palacio el resumen de los logros alcanzados durante el primer año de gobierno. Y ya los más cercanos al poder serán los encargados de lograr que alguna frase refiera aquella gestión en el discurso presidencial del 28 de julio.

Y todo esto parece una repetición más de lo mismo, pero, si realmente queremos un cambio en el Perú, entonces los diferentes actores sociales debemos cambiar nuestra actitud. Empezando por los tres poderes del Estado.

El ejecutivo debe entender que la tecnocracia no es suficiente para alcanzar el desarrollo del país, necesitan urgentemente de políticos -pero de los buenos- para que los ayuden a entender las verdaderas necesidades de los peruanos, y así, girar sus políticas públicas hacia el bienestar de todos, no insistir únicamente en la generación de riqueza y crecimiento económico como sucede en la actualidad.

El legislativo tiene que hacerse una autocrítica real, debe entender que han sido elegidos para promover mecanismos legales que contribuyan al buen gobierno, los congresistas deben entender que sus actitudes beligerantes, confrontacionales y obstruccionistas impacta negativamente en la gobernabilidad, y convierte a nuestros máximos representantes en el vivo retrato de la ignominia política que padecemos tristemente, salvo pocas excepciones.

El poder judicial es otro punto crítico de la débil democracia que tenemos. Lamentablemente las decisiones judiciales -y las demoras inexplicables- poco abonan a la correcta administración de justicia, los magistrados deben entender que la ausencia de justicia se refleja de inmediato en prácticas particulares de ajusticiamiento social, donde el más fuerte o poderoso impone su ley, a su medida, a su antojo, a cualquier precio, ocasionando la involución de la sociedad y creando un desgobierno condenado a romper -y corromper- la democracia.

Hablar de los gobiernos regionales y locales es otro tema de singular preocupación, es como si el país estuviera parcelado para germinar la corrupción, esa que campea al libre antojo de los elegidos. Autoridades que hacen de su representación una credencial de libre disponibilidad del erario público, con deficientes sistemas de vigilancia y control; sin indicadores de gestión, ni indicadores de impacto, sin una sociedad civil capaz de vigilar y cuidar sus bienes comunes, sin una prensa local o regional objetiva y veraz. Igualmente con pocas excepciones que se pierden entre el anonimato y la búsqueda infructuosa de profesionales dispuestos a trabajar honradamente en el sector público por su región.

En el mes de la patria sueño con un Perú diferente, sueño con un país que quiere recuperarse de las desgracias que últimamente nos han golpeado como balas de cañón, sueño con un Perú donde prevalezca el respeto al otro, al niño, al adulto, a la mujer, al anciano, a todos sin excepción.

Un país donde el contralor, el juez, el fiscal, el policía, el médico, el alcalde, los congresistas, los ministros, el presidente y los expresidentes sean dignos de respeto y admiración.

Acaso no vale la pena invertir lo necesario para promover el valor del respeto al prójimo, a las normas, al tráfico, al ambiente, en todos los espacios posibles y en cada rincón de la Nación. Acaso no vale la pena invertir lo necesario para sensibilizar y educar a los peruanos advirtiéndoles que la cultura del odio, la mentira y la envidia solo nos conduce al abismo oscuro del fracaso y la desolación.

La otra tarea nos toca a nosotros, los ciudadanos, para hacer patria promoviendo y practicando el respeto en nuestro hogar, sin violencia, sin abusos, sin maltratos, sin ofensas; siendo buenos peruanos, buenos vecinos, buenos patriotas dispuestos a construir un Perú mejor.

Es claro que tenemos esperanzas, es claro que soñamos con un país diferente, es claro que está en nuestras manos poder lograrlo.


Escrito por

Julio Navarro -Jucenaf

Periodista y luchador incansable contra la crisis de valores para construir un mundo mejor! JALCA para siempre! Aquí mi opinión personal.


Publicado en

Construyendo un Perú mejor

Elegir, actuar y transformar el entorno para incrementar su valor y generar felicidad y progreso es el deber que debemos cumplir cada día!